La araña sonriente
Una araña se ríe maliciosamente en este cuadro-pesadilla.
La ciencia avanzó una barbaridad a finales del siglo XIX, alimentando la imaginación de artistas y poetas. Redon hizo uso de los manuales de botánica, zoología y microbiología que se multiplicaron como setas en esos años para crear una caricatura pesadillesca, con reminiscencias a algunas obras de Doré y Goya, y a sus referentes literarios Baudelaire y Poe, que sin duda influyeron en el joven y original simbolista
Esta araña de proporciones gigantescas tiene dibujados unos ojos y una maliciosa sonrisa. El artista crea un ser híbrido, humaniza al bicho buscando la monstruosidad de forma irónica y morbosa para asustar, asquear, desconcertar y, en definitiva, hacer pensar.
Probablemente le dedicó esta obra a sus críticos, que tan mal se lo hiceron pasar en los comienzos de su carrera.
Esta fue la etapa negra del artista, cuando utilizó exclusivamente este color (recordemos que en esos años los impresionistas eliminaron el negro de sus paletas) y sus infinitos matices, y para ello nada mejor que el carbón, una técnica utilizada tradicionalmente por los académicos, que se horrorizaron al ver semejante obra.
“El carboncillo no permite ser de buen gusto, es grave. Solo se le puede sacar un buen provecho con el propio sentimiento”.