Anna Atkins
Reino Unido, 1799–1871
La historia se repite, la de las mujeres que fueron relegadas al ostracismo. Anna Atkins fue científica y pudo dedicarse a la ciencia porque su padre también lo era, un hombre le pudo abrir la puerta para ello. Se dedicó a la botánica, una especialidad que no resultaba impropia para mujeres de su época, por eso de que las plantitas y las flores parecen ser de índole femenina.
Y fue la botánica quien la llevó al ámbito de lo artístico, convirtiéndose en la primera mujer fotógrafa y la primera persona que editó un libro sólo de fotografías. En 1843 ve la luz «Photographs of British Algae». Por supuesto el mérito de ser el primero se le otorgó a un hombre, Henry Fox Talbot por «The Pencil of Nature» y tuvieron que transcurrir más de cien años para que un historiador en los años 80 del pasado siglo XX, editara una obra monográfica sobre Anna Atkins y subsanase otro olvido más de las mujeres en la historia.
A esta reparación histórica se une el Rijksmuseum cuando en el 2017 le dedica una exposición.
Fue su afán por la catalogación científica la que la acercó al dibujo, la acuarela, la litografía y finalmente a la técnica fotográfica de la cinotipia. Para ello dispuso cuidadosamente algas, helechos, flores y todo tipo de plantas sobre papeles tratados con sales de hierro, como el inventor de esta técnica, John Herschel, le había enseñado.
Creemos que la intención artística de Anna Atkins queda clara en su obra pero también en el hecho de haber publicado sólo las fotografías sin que formasen parte de un corpus científico, siendo ellas el fin mismo. Además el trabajo era ingente ya que no se podías reproducir copias y tuvo que realizar unas 400 cinotipias para todos los libros, de los cuales nos quedan 17 ejemplares.
También hizo más de 250 grabados que con el tiempo fueron publicados en revistas científicas y de arte, su destreza artística quedó sobradamente probada, además de su detallismo al servicio de la descripción científica, en sus acuarela y litografías.
Artistas como Man Ray y Moholy-Nagy encontraron inspiración en su obra, una contribución más para que Anna Atkins recibiese el merecido reconocimiento que la historia le debía.