Arturo Michelena
Venezuela, 1863–1898
Arturo Michelena nació en Valencia, Venezuela, el 16 de junio de 1863. Su padre y su abuelo materno eran pintores, y su formación en el arte comenzó temprano. Michelena parece haber sido un muchacho obediente y un artista disciplinado. Sus biógrafos generalmente hablan del patrocinio que recibió del gobierno, de la aplicación en sus estudios en París, de su fructífera fascinación por la historia de la Guerra de Independencia. Lo que pocos cuentan es que fue, como exigía el momento, un romántico en toda regla.
En 1889, año del centenario de la Revolución Francesa, Michelena quiso participar en la Exposición Universal de París y lo hizo con una pintura titulada Charlotte Corday conduite à la guillotine. La joven francesa que le sirvió de modelo para pintar a la asesina de Marat despertó en él una pasión que le veló el entendimiento. Algo hay en ella que no le da respiro. La dibuja mil veces, la hace aflorar en todos sus bocetos, aprende de memoria su perfil, sus manos, sus senos; decide casarse con ella ese mismo año. Pero una tarde de otoño, salen en un carruaje y unas calles más allá, él baja a comprar alguna cosa en una tienda y al regresar, no la encuentra. El cochero le cuenta: «La señorita se fue con otro hombre».
La tristeza es tan despiadada que no sabe bien por qué camino regresa a Venezuela. Rodeado, no obstante, de un aura exitosa, lo homenajean en el Teatro Municipal de Caracas. Y nuevamente el romanticismo le inyecta el amor desenfrenado en las venas. Lastenia, hija de un poderoso militar, posa para él y ninguno de los dos puede dejar de mirar al otro. Antes de concluir el retrato, se enamoran y, menos de un año después de la desaparición de la modelo francesa, apadrinado por el presidente de la república, nuestro disciplinado muchacho se casa y se lleva a su bella esposa… a París, claro.
La tuberculosis, la romántica enfermedad que le ha arrebatado a varios amigos, lo persigue también a él y lo conduce, primero, a Normandía y, después, a Caracas. Sabe que no tiene retorno e intensifica su ritmo de trabajo. Está en su época más brillante, pero la vida se le agota. En Caracas, en la mañana del 29 de julio de 1898, entre numerosos cuadros a medio terminar, partió de este mundo a los 35 años. Todo un romántico.