Edwin Austin Abbey
Estados Unidos, 1852–1911
Aunque empezó estudiando en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, Edwin Austin Abbey la abandonó a los diecinueve años para trabajar en revistas como la Harper’s Weekly y la Scribner’s Magazine. Allí gano fama como ilustrador, dibujando en compañía de Howard Pyle, Charles S. Reinhart y Alfred Parsons. En 1871 se mudó a Nueva York y se dedicó a la ilustración de importantes obras literarias (Las Christmas Stories de Dickens, por mencionar alguna).
Durante un viaje a Inglaterra en 1878 se enamoró totalmente del país, sus paisajes y su cultura. Abbey es conocido especialmente por sus ilustraciones de las obras de Shakespeare y de las leyendas artúricas. En 1883 decide asentarse definitivamente allí. Disfrutaba especialmente de los veranos en Broadway (no, no hablamos del barrio neoyorkino, sino de un pueblito inglés en el condado de Worcestershire de unos dos mil habitantes).
Hasta 1890 trabajó las ilustraciones en tinta, con acuarela (desde 1883 fue miembro del Royal Institute of Painters in Water Colours) o con pastel, pero desde ese momento sus obras más significativas son al óleo. En 1898 fue elegido como miembro de la Royal Academy of Arts.
Tras participar en la Exposición Panamericana de Búfalo en 1901, el gobierno británico le encarga una pintura que conmemorara la coronación de Eduardo VII (1841–1910), y por la cuya ejecución fue nombrado caballero.
En 1908 empezó a trabajar en unos inmensos murales (ya se había dedicado a ello en la década de 1890, cuando decoró la Biblioteca Pública de Boston con pinturas narrando la búsqueda del Santo Grial) para el Capitolio de Pensilvania. Al igual que muchas de sus pinturas encargadas por mecenas americanos, Abbey recibía los detalles de la tarea en Inglaterra, y una vez terminados, enrollaba los lienzos y los enviaba a EE. UU. Este fue el caso de los murales para el Capitolio, que, por su muerte en 1911, no pudo completar. El trabajo lo retomó Violet Oakley, una auténtica pionera en lo referente a pintura mural.