Elisabetta Sirani
Italia, 1638–1665
La boloñesa Elisabbeta Sirani fue una de las últimas representantes del importante barroco de esta ciudad, además de una de las primeras pintoras de mayor proyección internacional.
Por su condición de mujer, Sirani no tuvo acceso a la academia, por lo que tuvo que aprender el oficio en el taller de su padre, un ayudante del gran pintor de la Escuela boloñesa, Guido Reni.
Aún así, Sirani consiguió hacerse pintora profesional con solo 19 años e incluso pudo poco después hacerse cargo del taller familiar, que adquirió gran prestigio gracias a su calidad y rapidez en la elaboración de las obras. Muchos vieron sospechoso que una mujer pintara así de bien y acusaron a Sirani de no ser la autora de sus cuadros, por lo que se vio obligada a realizar demostraciones públicas en respuesta a quienes cuestionaban la autoría de sus cuadros.
Con su taller viento en popa (muchas de sus discípulas y ayudantes eran mujeres), Sirani fue alcanzando una gran notoriedad por toda Europa. Ya fuera por lo «exótico» o por —según algunos— su gran belleza, no había corte en Europa que no poseyera uno de los cuadros religiosos de Sirani.
La pintora se especializó en pintura religiosa y, como buena barroca, usó y abusó del claroscuro (aunque suavizado con sombras tostadas, no olvidemos que era boloñesa) llegando a crear más de 200 cuadros en su cortísima carrera.
Porque Elisabbeta Sirani fallecería a los 27 años. Su criada fue acusada de envenenarla, pero una autopsia la absolvió del crimen.