Timoclea mata a su violador
Un violador se merece esto y más.
La artista barroca Elisabetta Sirani fue una pionera del feminismo. No solo abrió su escuela de pintura donde enseñaba por igual a hombres y mujeres, sino que en sus cuadros era habitual que usara temáticas que mostraran la fortaleza femenina a lo largo de la historia, como es el caso de Timoclea.
En la biografía de Alejandro Magno escrita por Plutarco se narra un cuento entre la historia y la leyenda. Es la historia de Timoclea, un clásico del Rape and revenge.
Durante la invasión de Tebas (335 a. C.) por parte de Alejandro, un capitán de su ejército violó a Timoclea, una de las principales mujeres de la ciudad, y después le preguntó si había oro o plata escondidos por ahí. La astuta Timoclea dijo que por supuesto. El tesoro estaba en el pozo de su jardín.
Cuando el capitán se asomó al pozo para comprobarlo, Timoclea le dio un empujón y una vez dentro lanzó rocas hasta matarlo. Un hijoputa menos.
Por supuesto, Timoclea fue arrestada y acusada de asesinato. Fue llevada a Alejandro pero este admiró su valentía y ordenó que la pusiera en libertad. Más que un castigo, la mujer merecería una medalla.
Sirani podría haber representado el momento en que es llevada frente a Alejandro, o cuando es perdonada, como mandaban los cánones de pintura histórica, pero la barroca decide mostrar el momento de máximo dramatismo. Sirani da la vuelta a la historia, literalmente (el violador se muestra patas arriba). La que manda es Timoclea, y él sólo patalea indefenso.