Frank Auerbach
Reino Unido, 1931
Natural de Alemania, los nazis hicieron que el judío Auerbach abandonara su país y se refugiara en el Reino Unido de muy niño. Sus padres no corrieron la misma suerte y morirían en campos de concentración.
Representante de la Escuela de Londres junto a Bacon o Freud (casualmente ninguno era natural del Reino Unido), se nota en su profundo interés por el estudio de la figura humana. Utilizando una técnica empastada que además de dar una gran tridimensionalidad a los cuadros, enfatiza la gestualidad de las pinceladas. Auerbach, como buen alemán, abraza claramente el expresionismo.
Son figuras deformadas las suyas, repitiendo modelos constantemente para sugerir tonos autobiográficos. Son retratos o paisajes que tienden a una extraña abstracción, y desde luego que buscan ante todo la expresión.
En buena medida sus trabajos están inspirados en Goya y Giacometti, grandes expresionistas, o en sus paisanos Constable o Turner, al que descubrió de niño en una reproducción en blanco y negro de su obra «El temerario» y que según dice le marcó para siempre.
Sus imágenes (según él, «una esencia física en carne viva») la forman la materia amontonada sobre el lienzo, con una apariencia espontánea, como sugiriendo la improvisación, que como bien saben sus estudiosos, no es nada improvisada. Un cuadro suyo conlleva cientos de sesiones y según dicen sus escasos modelos, les exige estar sentados durante horas. El propio autor afirmó: «Todas mis pinturas son resultado de centenares de transmutaciones».