Henri Cartier-Bresson
Estados Unidos, 1908–2004
Considerado el padre del fotorreportaje, Henri Cartier–Bresson fue fiel a sus ideas e impulsos que le llevaron a recorrer el mundo para captar el instante preciso, lo que le confirió el apelativo del «ojo del siglo».
Su larga vida parece condensar la experiencia de muchas más. Testigo de los acontecimientos más relevantes del siglo XX, viajó por medio mundo con su inseparable cámara Leica. La Guerra Civil Española, la muerte de Gandhi o el triunfo de de Mao Tse–Tung son algunos de los grandes episodios históricos de los que fue testigo en su larga y apasionante vida, en la que el compromiso y la audacia estuvieron aderezados por el arte y la estética.
Estudió pintura en el París de los años 20, conoció a pintores y gente de la cultura, el surrealismo estaba de moda y se interesó por él. Acude asiduamente a las reuniones de los cafés parisinos, en torno a la figura del poeta André Breton de quien diría me hizo comprender el papel de la expresión espontánea y de la intuición y, sobre todo, la actitud de rebelarse.
Seguramente fue esa actitud de rebelarse la que le llevó al fotoperiodismo, abandonando la pintura, una pasión que nunca olvidará y que se refleja en su obra como fotógrafo.
Su primer fotorreportaje en 1937 fue la coronación de Jorge VI de Inglaterra, con un enfoque absolutamente novedoso, ya que no se centró en la figura del monarca si no en la multitud enfervorecida que le vitoreaba.
Trabajó para el periódico Ce Soir del Partido Comunista hasta la II Guerra Mundial. Participará en la Guerra Civil Española con el bando republicano. Empiezan aquí sus trabajos filmográficos con el documental Victoire de la vie que muestra los hospitales y la gran labor sanitaria en la España de la República, dentro del marco de concienciación y difusión de la cultura que el movimiento comunista francés quiere hacer entre la clase obrera.
También trabajará con Jean Renoir en documentales como La vie est à nous, su trabajo con el cineasta le marcará profundamente, afirmando que todo lo que sabe se lo debe a su profesor de pintura André Lhote y a Jean Renoir.
La filmografía de Cartier–Bresson se basa en la temática social y el compromiso con las clases desfavorecidas.
Después de la guerra española, colabora con la Resistencia francesa ante el horror nazi, pero será capturado por los alemanes y llevado a un campo de prisioneros donde estuvo tres años. Intentará por todo los medios darse a la fuga, logra su objetivo al tercer intento y huye del campo nazi de Stalag cerca de Stuttgart. Al año siguiente filmará el documental Le Retour, sobre la liberación de los campos de concentración nazis.
En 1947 funda con su amigo Robert Capa y otros fotógrafos la agencia fotográfica Magnum Photos. Entre los miembros de la cooperativa se repartirán el trabajo por áreas geográficas, Cartier–Bresson se encarga de la India y China, con su inseparable Leica, cámara que representa el gran revulsivo en el fotoperiodismo, pues era pequeña, económica y capaz de producir secuencias de disparos para captar el movimiento, hasta 36 disparos seguidos.
Fue el primer periodista admitido en la URSS durante la Guerra Fría, recorrió México, África, Cuba, Japón y de estos viajes surgirán también, los retratos de grandes personalidades como Picasso, Matisse, Fidel Castro, Che Guevara o Edith Piaf entre otros.
En los años 60 su trabajo se centra cada vez más en el retrato, el paisaje y las escenas cotidianas acercándose a su pasión, la pintura, que cada vez adquiere más importancia, hasta que abandona la fotografía y se dedica plenamente a la pintura. En sus cuadros están presentes sus inicios surrealistas y su trayectoria como fotógrafo.
Una larga vida, vivió 96 años, en la que dejó imágenes de los grandes momentos de la historia y de los pequeños acontecimientos de la vida, retratando con igual maestría y sensibilidad unos y otros.