Hyacinthe Rigaud
Francia, 1659–1743
Los orígenes de Hyacinthe Rigaud son humildes. Como hijo de un sastre de Perpiñán no podían anunciar la fama y los honores que alcanzaría de adulto como artista.
Su estilo guarda importantes parecidos con la obra de Philippe de Champaigne, Tiziano y de Anton van Dick (de los que se volverá un ferviente coleccionista), aunque con el tiempo llegó a cultivar una estética propia que le granjeó una extensa lista de clientes entre las personalidades más destacadas de Francia: desde financieros y burgueses hasta ministros, altos cargos de la Iglesia o cortesanos de Versalles.
A partir de finales de los años ochenta del XVII se hizo evidente la predilección por el pintor de Luis XIV (1638–1715) y de la Casa Borbón en general, a cuyos miembros retrató Rigaud en infinidad de ocasiones. Fue precisamente gracias al rey que Rigaud logró establecerse como retratista real, un puesto de elevada responsabilidad y cuantiosa gratificación que no abandonaría jamás.
A su muerte a finales de 1743, su producción sobrepasaba el millar de retratos, a los que debe sumarse un abundantísimo número de copias de los mismos, repartidas actualmente por algunos de los museos más importantes del mundo. Sus retratos sirven para caracterizar a toda una época, pues con la exactitud casi fotográfica de su pincel Rigaud es uno de los mejores testigos de la gloria y la grandeza de Versalles en la época dorada del Rey Sol.