Ivan Kramskoi
Rusia, 1837–1887
En la Europa del siglo XIX, el arte que imperaba en las Academias era todavía ese arte encorsetado y rimbombante que solo entendía de dioses, querubines, apoteosis históricas y bellos desnudos. Los artistas que entraban en las escuelas de arte se contentaban con copiar y copiar, una y otra vez, los modelos clásicos. No había cabida para la innovación, y muchísimo menos para la revolución.
Pero en la Europa de las primeras décadas del siglo XIX algo hierve. Los artistas son jóvenes exaltados, imbuidos de Romanticismo y con una terrible sed de justicia social. Poco a poco, el objeto de representación va cambiando, y los dioses mitológicos y las hermosas cariátides son sustituidos por seres mundanos, oscuros a veces, extraídos de la realidad del momento: jornaleros, campesinos, vagabundos, criminales, prostitutas.
En Rusia, mucho antes de que la Revolución de Octubre metiera el dedo en la llaga y clamara contra las injusticias de clase, muchos pintores pusieron su granito de arena para la causa social. Uno de los principales abanderados fue Iván Kramskoi, nacido en 1837 en el seno de una humilde familia de la Rusia provincial, y que pronto se convertiría, gracias a su ímpetu y a su extraordinaria capacidad de liderazgo, en el más importante teórico del realismo ruso.
Para Kramskoi el arte tenía una misión moral y social y por ello debía llegar a todos los rincones del país. Tras acaudillar una revuelta estudiantil en la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo (la revuelta de los catorce), fundó una sociedad cooperativa de arte, a la que los manifestantes pusieron por nombre Artel de pintores. Los artistas, según Kramskoi, tenían un deber para con la sociedad; por lo tanto, no había cabida para los flirteos de los dioses y el hermoso derroche de carne clásico. La realidad era mucho más prosaica, mucho más dura, y el artista debía estudiarla, comprenderla, y, finalmente, tratar de mejorarla.
En 1870, Kramskoi y sus colegas fundan la Sociedad de Exposiciones de Arte Ambulante (Peredvízhniki), con la que pretenden hacer llegar el arte al pueblo. Así, organizan varias exposiciones itinerantes que recalan en diversas ciudades rusas, lo que les otorga su sobrenombre de Itinerantes, Vagabundos. Estas muestras tuvieron una grandísima acogida y perduraron hasta 1922, en que los artistas que integraban la sociedad se unieron (¿por gusto…?) a la mucho más comunista Asociación de Artistas de la Rusia Revolucionaria.
No cabe duda de que los Peredvízhniki tuvieron una influencia capital en el posterior arte soviético. Fueron ellos, con Iván Kramskoi a la cabeza, los que desarrollaron la idea del arte para el pueblo. Pero a pesar de ser el protagonista de tan gran hazaña, el destino no había reservado una partida de héroe al gran teórico. Falleció repentinamente, mientras ultimaba el retrato del pediatra Karl Raujfus, a la edad de cuarenta y nueve años. Eso sí; la muerte le sorprendió con el pincel en la mano. Fiel a sus ideas, hasta el final.