Gustave Courbet
Francia, 1819–1877
Gustave Courbet se hartó de tanta afectación romántica y junto a otros jóvenes artistas ayudó a crear el realismo, que como su nombre indica, abogaba por mostrar la realidad tal cual es (si es que esto es posible). Al mismo tiempo fue un «hombre de izquierdas» y un comprometido activista democrático, republicano y socialista que rechazó premios y siempre se guió por un espíritu libre y contestatario.
Su arte, una mezcla de todo eso y más, será uno de los más originales, talentosos e interesantes del arte decimonónico francés previo a la revolución impresionista.
Nacido en Ornans (ciudad que retrató en tantas obras…) se marchó a París para estudiar derecho, como habrían querido sus padres, pero nada más llegar al Louvre, descubrió que en realidad era un artista.
Como buen joven, era contrario a todo tipo de academicismo y dogma, tanto en lo artístico como en lo cotidiano. Por ello hizo buenas migas con otros «revolucionarios peligrosos» como Baudelaire, Corot y Daumier.
Sus obras eran sistemáticamente rechazadas por los jurados, por lo que se creó su propio circuito contracultural de arte que bautizó con el nombre de «Pabellón del Realismo».
En sus primeras obras va de paisajista a retratista, siempre con un toque romántico, pero en 1849 se convierte al realismo. De hecho, Courbet fue el «fundador» de dicho movimiento y probablemente del término.
Se dice de Courbet que era arrogante y provocador: «si dejo de escandalizar, dejo de existir». Sus escándalos eran continuos y acabaron sirviendo para entretener a la burguesía. Era evidente su enorme talento, por lo que siempre vendía bien su obra.
En los tiempos convulsos de la Comuna de París fue el encargado de la administración de los museos de la ciudad. Al caer el gobierno fue encarcelado acusado de destruir la columna Vendôme (símbolo del imperialismo francés) y después se exilió a la aburrida Suiza, donde murió de una cirrosis provocada por su legendario consumo de alcohol.