Señoritas de pueblo
Todo apariencia.
Courbet cogió como modelos para esta obra a sus tres hermanas: Juliette, Zélie y Zoé. Estas pasean por el campo, concretamente un valle cercano a su pueblo natal: Ornans.
Sin embargo, sus ropas son poco apropiadas para esta excursión, pues visten como en la ciudad, llevan vestidos que se podían ver fácilmente en la capital, el París de la época, claramente no es un vestuario adecuado para el ambiente campestre.
Durante su relajado paseo, se han topado con una joven pastora, y una de ellas le ofrece un trozo de pastel que lleva en su cesta de picnic.
Se trata de un gesto aparentemente caritativo pero falso, no hay más que contemplar la actitud de las otras dos, que observan la escena con aire de superioridad, se creen más de lo que son.
El artista estaba muy satisfecho con esta pintura, e ilusionado por exhibirla en el Salón de 1852. Lamentablemente, se llevó un gran chasco. Los críticos no recibieron bien la obra, la tacharon de simple, sosa y mal integrada.
En este último aspecto, debemos darles la razón. Courbet no aplicó con demasiado acierto la perspectiva, y las vacas, aunque representen estar a segundo término respecto a las jóvenes, son demasiado pequeñas, no las integra bien en el espacio. Además, el paisaje tiene una luz extraña, unos contrastes demasiado fuertes entre la luz y la sombra, resulta exagerado.
El pobre Courbet tuvo que sentirse muy desanimado tras estos comentarios tan negativos, pero no se dio por vencido, siguió pintando y creando obras maravillosas, y (por qué no) también polémicas.
Algunos fueron más allá, y vieron este lienzo como una provocación, o una declaración de intenciones del propio artista, que con él pretendía reivindicar la lucha de clases, dando más significado a los animales del cuadro que no a las personas. El perrito de las señoritas, un animal pequeño, doméstico y asociado al lujo, está girado mirando hacia las vacas, tal vez con desconfianza, incluso arrogancia, y también aires de superioridad.
Representaría así a la burguesía como clase social dominante, y las vacas, también desconfiadas y atentas, a la gente de campo, el mundo campesino, oprimido por las clases altas.
Tal vez por este malestar latente (aunque sutil) de la pintura es lo que genera rechazo e incomodidad a la burguesía, que se vio obligada a presenciar una escena solidaria, por muy falsa o hipócrita que sea.