Entierro en Ornans
Lo cotidiano se hace arte
El contexto en el que Gustave Courbet pinta Entierro en Ornans es el mismo que marca el inicio de la segunda república francesa y el comienzo de los primeros movimientos obreros al calor de la Revolución Industrial. Un tiempo que ve como los preceptos (imposibles de conjugar con el cambiante mundo real) del Romanticismo están comenzando a quedarse anquilosados en el pasado. Para entonces el daguerrotipo ya lleva una década representando el mundo, y aunque la influencia de la fotografía aún no es tan notable como lo será en unos pocos años, su carácter de inmediatez y el modo en el que configura y recorta el plano de la realidad empieza a ser visible en la pintura. Un nuevo mundo surge en la Francia de la segunda mitad del XIX y Courbet será su cronista oficioso.
Cuando el cuadro se presentó en el Salón de 1850 generó un maremoto de críticas y un enorme escándalo agitó el ambiente académico parisino; aunque, en justicia nada como lo que sucederá en años venideros con otras obras de Courbet como El taller el pintor y sobre todo El origen del mundo. El asunto que hizo que los críticos que pusieron sus ojos recelosos en el Entierro en Ornans montaran en cólera, fue el hecho de usar un soporte tan «sagrado» como el lienzo (y además uno de proporciones épicas) para representar algo tan vulgar como un funeral anónimo. Se acusó a Courbet de anteponer sus ideales izquierdistas al arte y de ridiculizar este, de bajarlo de su pedestal y arrojarlo al fango, de pintar adefesios y seres feos; en resumen, de caricaturizar la realidad.
Para entender tan furibundos ataques, primero hay que aceptar el hecho de que, hasta esta obra, la pintura había servido a un solo amo: el poder. Bien proviniera este de la nobleza, la mismísima monarquía, el clero o más recientemente la pujante burguesía que buscaba con ello equipararse a los estratos tradicionales. Que en Entierro de Ornans los protagonistas fuesen un grupo de seres anónimos era un escándalo comparable al que hoy puede sentir un miembro de la RAE al escuchar la letra de Hentai de Rosalía. Por cierto, pese a lo que pudiera parecer, el cuadro no fue pintado al aire libre, sino que los 27 personajes que aparecen en él hubieron de posar pacientemente en el estudio del pintor.
Mirando el lienzo con atención, se advierte que bajo el aparente caos y espontaneidad el cuadro fue en realidad pensado al milímetro. No solo por el hecho de estar dividido verticalmente en tres partes que alojan a un grupo diferente: el clero a la derecha, el pueblo llano en el centro y los dolientes en el extremo izquierdo, sino también por el delicado juego de diagonales que el pintor usó para dar crear un sutil efecto de falsa inmediatez. Buscando reafirmar el carácter vertical del lienzo, Courbet usa asimismo dos tramos horizontales en la parte superior e inferior del lienzo y para generar un juego dialéctico entre el cielo y la tierra. Un guiño espiritual que sirve para defender al francés de las acusaciones de desacralizar un acto litúrgico tan importante para el catolicismo como un funeral.
La paleta cromática se redujo al blanco y negro con ocasionales pinceladas rojas, para enfatizar el ambiente de fatalidad de la escena, y desde luego había mucho de la influencia de Caravaggio en el tratamiento de las luces y las sombras. Queda claro pues que donde el lienzo resultaba transgresor no era en su realización, sino en no ceder un ápice el protagonismo a nadie en particular. No existe hilo narrativo alguno que nos dé una pista de la identidad del finado (supuestamente el abuelo materno del pintor) y eso desconcertó a los críticos de arte de la época.
Pese a todo, el lienzo se alzó con el segundo premio del Salón, lo que no sirvió para que fuese aceptado para participar en la Exposición Universal de 1855. Este desplante sirvió de revulsivo a Courbet quien organizó su propia exposición y en la que ya se denominó a sí mismo «pintor realista». Inaugurando así una corriente que colocó a los anónimos en primera línea del arte y abrió el camino para los impresionistas y expresionistas alemanes de comienzos del siglo siguiente.