James Lee Byars
Estados Unidos, 1932–1997
James Lee Byars viene a ser al mundo del arte contemporáneo como, por ejemplo, Michael Madsen al cine, nombres y caras que están hasta en la sopa y lo máximo que puede decir la mayor parte del público es esto de «me quiere sonar pero, ahora mismo, no caigo». El mismo se autodenominaba «el autor desconocido más famoso del mundo».
Este artista enorme tuvo una trayectoria más que interesante y anduvo en el meollo de lo más grande artísticamente hablando desde finales de los 50. Aunque estadounidense de nacimiento, Byars es considerado europeo de corazón y fue en el viejo continente donde realizó, principalmente, su trabajo caracterizado por situarse siempre en las fronteras. En su trayectoria tocó la escultura, pintura, perfomances, video, instalaciones… pero siempre desde la sutileza y poética siendo sensible, que no sensiblero, porque Byars es un transgresor a la altura de Malévich o Duchamp; puede codearse con ellos sin problema. El tema estrella del trabajo del artista es la pregunta (no la respuesta), que busca acercándose a la fuente directa, abordando su obra, en muchas ocasiones, desde formas participativas y teatrales.
Formó parte del grupito de Joseph Beuys en Düsseldorf, que en los 70 conformó una de las bombas, sin duda, más destacadas en la historia del arte con nombres de calidad artística excelente como Marcel Broodthaers (otro, lo sé, que te quiere sonar pero que, ahora mismo, no caes).
¿Se puede encasillar a Byars en algún movimiento? Desde luego que no. No es un artista conceptual porque produce objetos que, para colmo, son bellos; al estar, además, cargados de esta filosofía interrogativa tan suya, como minimalista, tampoco. En el Pop ni de coña; le encanta lo suntuoso, el high art. Con Fluxus estuvo ahí, compartiendo preocupaciones sociales abordadas desde, como se apuntaba, la participación y la colectividad aunque sin dimensión política. En numerosas ocasiones ha sido catalogado (puñetera manía), de «minimalista romántico» y otras cosas extrañas.
Últimamente, y por fortuna, su figura está on fire a través de interesantes exposiciones dedicadas a su trabajo como The Perfect Kiss en el Museo de Arte Contemporáneo de Amberes, a finales del 2018, The Palace of Perfect en la Galería Kewening de Berlín, en 2019 o The perfect moment que, en 2021, se ha exhibido en el Museo del ladrillo rojo de Pekín.