John William Godward
Reino Unido, 1861–1922
John William Godward fue el último pintor del neoclasicismo victoriano. Alma-Tadema fue su maestro, mecenas y el apoyo que necesitaba para su carrera artística, su sueño y pasión. Su familia y su ciudad natal, Londres, no recibieron bien su elección de profesión. Aún así, Godward estudió pintura y dibujo arquitectónico y viajó a Roma por amor donde pudo desarrollar su pintura. Sus obras eran composiciones simples que reflejaban la influencia de sus coetaneos Alma-Tadema, Frederic Leighton, Albert Joseph Moore y Edward Pointer.
Godward cogió lo mejor de cada uno de ellos y creó su propio estilo.
Godward demostró su talento en la representación de cada escena definiendo aspectos en común como el trazo meticuloso del dibujo, la expresión de la calma y su interés por retratar la belleza femenina. Sus cuadros llenos de luz y color invitaban al espectador a contemplar ese «dulce no hacer nada» o «dolce far niente» en italiano, como el título de varias versiones del artista.
El interés del artista era transmitir con sus paisajes y protagonistas esa quietud. Las flores, el mar, los edificios grecorromanos de mármol y la sinuosidad del cuerpo de la mujer con ropaje clasicista eran elementos recurrentes para su inspiración.
A sus 61 años de edad entró en depresión por ver el arte moderno como le hacía sombra y dejó este mundo con una nota que decía que el mundo no era lo suficientemente grande para él y Picasso.
Godward dejó un legado en la historia del arte que hoy admiramos por su valentía, perseverancia y por su genialidad como artista.