William-Adolphe Bouguereau
Francia, 1825–1905
William-Adolphe Bouguereau fue un ejemplo de pintor academicista. Esto conlleva, por un lado una actitud conservadora ante el arte, y por otro el éxito entre la burguesía francesa de la época.
Mientras Napoleón III admiraba su pintura, artistas como Gauguin o Van Gogh la ridiculizaban constantemente.
Muy prolífico, se le atribuyen unas 800 obras, a las que, pese a todo, no se le pueden negar una gran pericia técnica.
De origen pequeño-burgués (típico origen del artista contemporáneo), con 14 años se inicia en el arte clásico y toma clases de dibujo con Louis Sage, discípulo de Ingres. Su padre no quería que el chaval fuera artista (otro cliché), pero al final su talento es demasiado y consigue entrar en las instituciones francesas (École des Beaux-Arts), donde comienza a trabajar y cobrar un salario digno. Empieza a ganar también los típicos concursos para artistas académicos, y con el tiempo Bouguereau acabará siendo elegido miembro de la Academia francesa de Bellas Artes, estableciéndose como el pintor más grande de Francia (según los académicos… como sabemos, hay otros pintores subversivos que pasarían a la historia con mayor gloria).
Su estilo es naturalista, auto-complaciente, casi onanista. Bouguereau demuestra continuamente su evidente dominio de las técnicas pictóricas academicistas (y también de las claves sociales de la hipocresía burguesa). Bouguereau pinta lo que el burgués quiere mirar: mujeres desnudas (a veces también hombres), que disfrazadas como escenas mitológicas, suben tanto la inteligencia como la líbido.
Lo cierto es (según cuentan) Bouguereau era un chulo. Muy soberbio, atacó a todo aquel que se escapase del «arte oficial» comandado por él. El pobre Cezanne sería diana habitual de sus iras. Por ello la vanguardia del siglo XX lo consideró «maestro en la jerarquía de la mediocridad y enemigo de todas las ideas progresistas».