Piedad
El hijo es luminoso, la madre ensombrecida por la pena.
William Bouguereau fue grandísimo a finales del siglo XIX. Premiado en los mejores concursos, laureado con toneladas de medallas, adorado por miles de seguidores, admirado por artistas de todo el mundo… Sus espectaculares cuadros eran fruto de deseo por todos. Bouguereau era la polla. Nada menos que el mejor pintor francés del siglo.
Entonces ¿porqué no es más conocido hoy en día…? Pues seguramente por los impresionistas. Tan cools y tan barbudos ellos, vieron en el exquisito estilo de Bouguereau algo vacío y artificial. Hasta empezaron a usar peyorativamente el término Bouguereauté para denominar al arte afectado y artificioso, los putos modernos. El siglo XX, tan moderno él, no hizo más que seguir ignorando a esta figura clave y Bouguereau fue condenado al ostracismo.
Pero si algo nos enseña la historia es que no hay nada que pase más rápido de moda que «lo moderno» y que al final, lo que realmente queda, aunque sea siglos después, es la calidad.
Pues aquí tenéis un ejemplo de calidad.
¿Académico? sin duda. ¿Tradicional? Ya lo creo. ¿Clásico? Hasta la nausea. Pero con cuadros como este hasta Degas y cía tuvieron que reconocer la perfección técnica del artista. Sinceramente, no sé donde veían el vacío emocional aquí. Bouguereau pinta una escena de dolor con total sinceridad, a corazón abierto. Después de todo acababa de morir uno de sus hijos de 16 años y vivía su particular pietá. Como la virgen aquí, el artista llora en silencio.
Influido por el arte bizantino, con esas grandes auras doradas, así el pintor puede darle mayor protagonismo a los rostros. El de María, con un devastador rictus de dolor, mirándonos fijamente y agarrando el cuerpo de su hijo como no aceptando su partida. El de JC pálido e inerte, pero con una perfección anatómica que ya quisiera para sí el puto Monet. Con un cuerpo luminoso que brilla como un sol, deja ver unas espeluznantes venas azules mientras su extremidades cuelgan sin vida
Alrededor, los ángeles también se acercan a llorar, cada uno con su pose, su expresión y su color. Bouguereau compone la escena minuciosamente para enmarcar lo que realmente importa: el dolor de una madre.
Como curiosidad, decir que el cuadro estuvo durante un tiempo en la casa de Mel Gibson, pero quizás por sus decadentes últimos años lo tuvo que vender por casi 3 millones de dólares.
Si es que al final Bouguereau se va a poner de moda.