Cupido y Psique, niños
Un amor juvenil.
Sepamos o no quien fue Bouguereau, es probable que hayáis visto alguna vez esta tierna escena. Junto a los dos putti o angelitos de Rafael, extraídos de su Madonna Sixtina, esta es también una obra recurrente para los dormitorios matrimoniales, habitual en las cabeceras de la cama.
La entrañable pintura es sencilla: sólo dos personajes ocupan prácticamente la totalidad del cuadro: Eros y Psique, el dios del Amor, y una bella mortal que se convirtió en diosa del Alma tras casarse con su enamorado y ascender al Monte Olimpo.
A Bouguereau debía gustarle mucho el tema de estos amantes, pues realizó varias obras con Eros y Psique como protagonistas, en diferentes variantes.
Esta es una de las más dulces y mejor valoradas por su público. Representarlos cuando son aún tan pequeños refleja el amor en la infancia, un amor inocente e ingenuo y un ambiente de pureza que nos genera felicidad al verlo e incluso hace que nos remontemos a nuestro pasado, rememorando si alguna vez nos sentimos así en una época que ya ha quedado atrás.
Eros da un beso en la mejilla a Psique, que cohibida mira hacia abajo. Ambos están completamente desnudos, aunque haya una tela morada que cae detrás de los dos, en una forma sinuosa. Destacan las diferentes tipologías de alas de cada uno de ellos: las de Eros son de plumas, muy blancas: el tipo de alas habituales en los ángeles. En el caso de Psique, estas son muy diferentes. Se trata de plumas de mariposa, debido a que este insecto se asocia con la mutación constante, la metamorfosis (que tuvo la propia diosa). En Grecia, las mariposas simbolizaban la divinidad femenina, y posteriormente pasaron a ser directamente el emblema del alma.
La gama cromática de la pintura está también muy bien pensada: Bouguereau utilizó tonos pastel, con especial protagonismo del azul, un color nada habitual para escenas románticas. Excluyendo el uso del rosa o del rojo vibrante, aleja la idea de un amor prohibido, peligroso o más puramente carnal.
Por último, una curiosidad de esta icónica pintura es su título. El auténtico es Cupido y Psique, infantes. Sin embargo, años atrás, una web catalogó la obra erróneamente como El primer beso, y ha acabado resultando más atractivo y pegadizo que el original.