Antonio Canova
Italia, 1757–1822
Principal figura de la escultura neoclásica, Antonio Canova se inspiró en la Antigua Grecia para crear sus espectaculares esculturas, por las que fue considerado el mejor escultor europeo desde Bernini. Pese a su gran clasicismo, también estuvo en contacto con el romanticismo posterior, influyendo en la escultura de toda Europa y convirtiéndose en una referencia respetada durante todo el siglo XIX, especialmente para la academia, siempre con gustos clásicos.
Con solo 11 años empieza a estudiar escultura en Venecia. Muy pronto se percibe la influencia de Bernini, pero también se ve un intento por superar la tradición barroca. Su escultura busca el ideal de lo bello a través de lo antiguo, ganando en serenidad, que puede parecer frialdad, pero podemos distinguir cierta emoción, e incluso cierto erotismo fruto de una sensualidad refinada. Es una obra que capta el movimiento, pero efectivamente con aspecto más «congelado» que el de los maestros barrocos.
Temáticamente, Canova trata el mundo greco-romano, de moda en la época (en parte gracias a él). Inspirado en el pasado de la antigüedad (incluso hacía que alguien leyera a Ovidio u Homero mientras trabajaba), su escultura triunfó por toda Europa, en plena fiebre neoclásica.
En lo personal, Canova mantuvo hábitos frugales y una rutina regular. Madrugador y muy trabajador (toda una rareza en el mundo del arte), también fue muy religioso.
Socialmente no destacó demasiado, aunque tuvo muchos y muy buenos amigos, y aunque se le conocen varias aventuras con varias mujeres, permaneció soltero toda su vida. Inmune a los celos, no le dio nunca importancia ni a críticas ni a alabanzas.
Para el escultor, lo más importante era la escultura, y por ello, además de crear, coleccionó numerosas piezas clásicas, de las que sin duda aprendió para dar un paso más en la historia del arte.