Piero di Cosimo
Italia, 1462–1522
Piero di Cosimo también llamado Piero di Lorenzo fue un pintor florentino del renacimiento italiano, del que sólo se conocen datos biográficos por la única fuente del historiador Vasari. Ni siquiera sabemos cuál era su aspecto, así que no penséis que la imagen de arriba es Piero. La pintó Piero, eso sí.
Sabemos que fue hijo de orfebre y discípulo del artista Cosimo Rosselli, con quien colaboró en la decoración de la Capilla Sixtina en 1481. A partir de ahí cultivó la pintura religiosa, los retratos y su gran pasión: la mitología, que como sabemos estaba muy de moda en la época.
Muchos sitúan su pintura entre la ingenuidad y el erotismo, algo que suena muy moderno. Además abundan en su obra seres fantásticos, formas que no existen en la realidad y escenas que rozan el surrealismo, añadiendo un poco más de modernidad a su forma de hacer.
Piero di Cosimo fue pues un artista original, muchos dirán que excéntrico, pero de gran talento, como vemos en sus composiciones, cromatismo e imaginación al crear de la nada una válida imitación de la naturaleza.
Al parecer, Piero di Cosimo era un misántropo que gustaba de crear en solitario (nada raro en un artista) y que debía tener algún problema psiquiátrico, al menos en cuanto a su extraña conducta. El siempre interesante Vasari nos cuenta:
No podía soportar los llantos de los niños, las toses de los hombres, el retintín de los cascabeles ni el canto llano de los frailes. Le aterraban los relámpagos y cuando oía alguno se envolvía en su manto y, tras haber cerrado las ventanas y la puerta de su habitación con llave, se agazapaba en un rincón hasta que pasara la tormenta. Era muy variado y original en su conversación y a veces decía cosas tan extraordinarias que los que le oían se partían de risa. Pero de viejo era tan raro y excéntrico que no se podía hacer nada con él. No aguantaba la presencia de los ayudantes, y su necedad le privaba de todo posible auxilio. Cuando quería trabajar y no podía, por causa de su perlesía, se enfurecía y quería obligar a sus manos a dejar de temblar, pero, mientras refunfuñaba, se le caía el tiento del pintor, o incluso sus pinceles. Era un espectáculo lastimoso. Las moscas le hacían rabiar y hasta las sombras le molestaban.
Sea como sea, Piero di Cosimo nos dejó obras maravillosas antes de morir de peste el 12 de abril de 1522.