Vasili Ivánovich Súrikov
Rusia, 1848–1916
Nacido en lo más profundo de Siberia, Súrikov es uno de los pintores rusos más importantes del siglo XIX. Huérfano de padre en su infancia, fue educado por su madre, Praskovya, que le transmitió los valores y tradiciones típicos de los famosos cosacos, de quien era descendiente, así como su pasión y su bravura.
Sus primeras pinturas despertaron la admiración del gobernador de la provincia de Yeniséi, así como del adinerado minero Pyotr Kuznetsov, que subvencionaron la educación del joven Súrikov en San Petersburgo. Empezó en la Escuela de Dibujo, y más tarde se inscribió en la Academia Imperial de Artes. A lo largo de sus estudios fue galardonado con múltiples premios, y se graduó con honores en 1875.
Las que le granjearon la fama y la admiración de sus contemporáneos fueron sus pinturas de historia, en las que representaba escenas del pasado ruso. Tal era el fervor que causaba que el propio zar Nicolás II (1868–1918) adquirió alguna de sus obras. Compaginó este tipo de obras, siempre frenéticas y plagadas de acción, con otras más tranquilas, principalmente paisajes.
Su arte fue criticado precisamente por esas composiciones hacinadas y desordenadas, que algunos compararon con alfombras de brocado. Otros críticos, por el contrario, encontraban en esta característica la mayor de las virtudes de Súrikov.
Después de realizar un viaje por Europa en 1910 (en el que visitó España), abrió una escuela de dibujo en Krasnoyarsk, su ciudad natal, junto a su amigo, el también artista Leonid Chernishyov.
Súrikov moriría en 1916, después de un viaje a Crimea en el que pretendía curarse de una afección cardíaca que lo venía acusando desde hace tiempo y que acabó por matarlo.