Vilmos Aba-Novák
Hungría, 1894–1941
La escena pictórica húngara es probablemente más conocida en el mundo por la figura del célebre falsificador de Picassos Elmyr de Hory (famoso por salir en «Fraude» (F for Fake) de Orson Welles) que por la de Vilmos Aba-Novák, el gran introductor del arte moderno en Hungría.
Aba-Novák, aún contando con ese aura de «pintor desconocido», quizás sinónimo de «pintor local» está desde luego entre lo mejor de la Europa de la época, técnicamente hablando. Y eso no es decir poco, contando que ejerció durante los mejores años del siglo XX.
Esa brillantez técnica fue adquirida en varias escuelas: Primero en la de Bellas Artes de Budapest (después en Rumanía y Roma), donde comenzó a temprana edad, después sirviendo al Imperio Austro-Húngaro en la Primera Guerra Mundial y finalmente en esas calles, ferias, mercados y circos de su tierra, que son la mayor inspiración en su producción. En la institución aprendería de los clásicos, de sus composiciones y su belleza (en Roma absorvió en novecento italiano), en la guerra probablemente se encontró con el expresionismo y en su propio país descubriría las raíces de su vena creativa, pintando a sus gentes en momentos de ocio.
Hay que decir que el pintor frecuentó a menudo también la pintura religiosa, y la propia Iglesia Católica húngara sería uno de sus principales mecenas.
Su primera exposición fue a los 30 años. Después sería consagrado como uno de los principales pintores del país y se haría con un puesto de profesor en la escuela de Bellas Artes de Budapest, lugar donde se formó, y donde moriría en 1941 contemplando con horror como nacía una nueva guerra.