Acantilados de Etretat, atardecer
Nadie fue más impresionista que Monet.
El padre del impresionismo vuelve a pintar otro de sus paisajes, esta vez el espectacular acantilado de Etretat en Normandía. Y lo hace al atardecer. Ya lo había pintado al amanecer, al mediodía, a media mañana, a media tarde, a medio atardecer, a casi atardeciendo, en invierno, con lluvia, con sol, en primavera, etc…
Algo que caracterizaba al pintor era su obsesión por los cambios de luz en un mismo lugar, que hacían variar radicalmente su paleta. Elegir un motivo y repetirlo con distinta luz incidiendo en él, hacen de Monet una especie de pintor en serie, y muy prolífico.
Otra cosa que tenía el artista era su amor por el agua, o más bien el reflejo de la luz en ella.
Ningún pintor fue tan puramente impresionista como Monet. A base de manchas de color puro consigue no solo captar la luz de ese mismo instante, sino reproducir el instante en sí.
Por supuesto, como impresionista que era, pintaba au plein-air (al aire libre). Su estudio era el aquí y el ahora. Al aire libre, bajo la luz directa pudo observar y plasmar casi inmediatamente los cambios de luz y sus vibraciones. De ahí la vitalidad y armonía de la pintura de Monet.