Adieu!
Un beso de despedida.
Alfred Guillou, pintor de la Bretaña, amante del mar, creó a menudo cuadros con temas bretones y marítimos, muy apreciados en París por ese «exotismo folclórico» que tienen las provincias para los paletos de capital.
Con este cuadro, por ejemplo, Guillou recibió no pocos aplausos. Presentado en el Salón de 1892, fue inmediatamente comprado por el Estado e incluso expuesto en la Exposición Universal de 1900, donde obtuvo una medalla. Francia estaba orgullosa de sus artistas periféricos.
¡Como para no estarlo! Este lienzo emocionaría a cualquiera. En él vemos la dramática escena de una embarcación sorprendida por una tormenta. Mar adentro, la nave acaba volcando y quedan a merced de agua ese marinero y su hijo pequeño. No hay horizonte, el mar engulle todo el lienzo rodeando a las desamparadas figuras.
El hombre sostiene al niño, que es ya un cadáver. El marinero abraza el cuerpo y, antes de entregarlo al océano, le da un beso, o quizás prueba un último boca a boca para resucitarlo. Por el cuerpo inerte, sabemos que es inútil. Y el marinero también lo sabe… Adieu!
Alfred Guillou pinta un enorme lienzo para tocarnos la patata. Es pura estimulación de las emociones, que muchos ven como juego sucio en arte. Aunque si se hace bien como es el caso…
Porque ¡vaya maestría pintando! No sólo las figuras. Pintar así la espuma del mar no debe ser fácil.