Perro y sacerdote
Los Coen o el mismísimo Kubrick se basaron abiertamente en su obra para hacer algunas de sus películas.
¡Como le gustaba a Alex Colville tapar la cara de sus protagonistas! ¡Y los perros…! A este tipo le volvían loco los perros.
El canadiense Colville fue uno de los artistas más importantes de los últimos años en su país. Y su influencia no se quedó sólo en la pintura. Directores de cine como los Coen, o el mismísimo Kubrick se basaron abiertamente en su obra para hacer algunas de sus películas.
Abanderado sin querer del Nuevo Realismo, Alex Colville pinta lo cotidiano como algo extraordinario y no exento de peligro y tensión, aún en los momentos más plácidos: “No pretendo ser amenazante, pero sí pienso que la vida es esencialmente peligrosa. Nunca sabemos qué es lo que va a pasar de un día a otro”. Quizás por ello su pintura tenga ese aire surrealista.
Por supuesto, sus silencios casi poéticos le deben mucho a Hopper. También es comparado a Andrew Wyeth, al ser ambos considerados artistas regionalistas de sus respectivos países.
Aquí las interpretaciones son tan amplias como el océano del fondo. Perro y cura van de negro y descansan en la pasarela, mirando al mar. El perro tapa al sacerdote. Su collar tapa hasta al alzacuellos.
O bien le está robando el protagonismo (Colville sabía muy bien que los animales son mejores que las personas… después de todo fue uno de los que liberó los campos de concetración en la II guerra…), o forman una unidad con ese enorme triángulo compositivo negro, o quizás el animal está protegiendo a su dueño manteniendo su anonimato.
¡A saber lo que haría el clérigo…!