Caballo y tren
Una acción tan absurda que es pura poesía.
Un caballo corre hacia un tren, y viceversa. Ambos de color negro, ambos veloces, ambos decididos hasta el final. Una imagen muy potente de dos conceptos opuestos: lo natural frente lo artificial, lo orgánico y lo mecánico, la voluntad contra lo inevitable. Las lecturas son múltiples y todas ellas válidas.
Colville parece homenajear a alguna que otra obra de Magritte y mete un pie en el mundo de los sueños. Con su habitual técnica puntillista (miles de diminutas pinceladas de color puro que crean la imagen), y voluntariamente oscurecida para dar mayor tensión, inquietud y peligro, el canadiense congela la escena justo en el momento anterior a que estas dos bestias desbocadas se vean frente a frente. El sudoroso caballo que avanza por motivos desconocidos por las vías del tren, y ese cíclope de acero que recorre implacable los travesaños.
No sabemos si va a haber colisión. Quizás es lo de menos. Lo que importa es el coraje del caballo. Una acción tan absurda que es pura poesía. De hecho, este cuadro surge de un poema del escritor sudafricano Roy Campbell (1901–1957):
Desprecio el paso de ganso de su ataque masivo
y lucho con mi guitarra colgada a la espalda,
contra un regimiento opongo un cerebro
y un caballo oscuro a un tren blindado. [1]