Andrómaca cae desfallecida a la vista del cuerpo de Héctor arrastrado por Aquiles alrededor de la muralla de Troya
La tragedia de Héctor.
Sin duda, uno de los momentos más tristes, o que más pueden herir nuestra sensibilidad en la Ilíada es la despedida de Héctor y Andrómaca. Después de que Héctor matara a Patroclo en batalla (amante de Aquiles) creyendo que era el mencionado héroe porque se había puesto su armadura, Aquiles estalló en una vorágine de dolor, ira y sufrimiento, pues Patroclo era su fiel compañero y la persona a la que más amaba.
Lo único que deseaba era vengarlo, y no descansaría hasta conseguirlo.
Aquiles se dirigió a las murallas de Troya, él solo, para enfrentarse en duelo a Héctor y matarlo.
El heredero de Príamo y príncipe troyano era honorable y justo, sabía que debía enfrentarse al héroe griego, por más que sus padres insistieran en que no acudiera.
Tras el duelo entre ambos, como era de esperar y por mucho que Héctor fuera el mejor guerrero troyano, nadie podía con Aquiles, que movido por un motivo tan personal, se entregó a la lucha más que nunca.
Matar a Héctor no era suficiente, Aquiles agujereó los tendones de sus pies, en los que anudó unas cuerdas de piel, atándolo a su carro, y dio vueltas delante de las murallas de Troya, arrastrando el cadáver del príncipe, quedando desfigurado al rozar con las piedras y el duro suelo.
Su pobre mujer Andrómaca, presenció desde las murallas la crueldad con la que procedió Aquiles, y como arrastraba a su pobre marido.
Flaxman ilustra el momento en el que cae desfallecida efecto de la tragedia que acaba de vivir. Con unos contornos tan planos pero marcados a la vez, es una reminiscencia de las imágenes representadas en la cerámica griega.
Con un dibujo tan simple y tan claramente neoclásico, nos imaginamos la escena a la perfección. Las doncellas sujetan a Andrómaca mientras desfallece para que no caiga al suelo, y en el lateral una mujer de espaldas agachada se lamenta de este trágico final, mientras se arranca el velo y los cabellos. Seguramente se trate de Hécuba, la madre de Héctor, también rota de dolor por su hijo.
[… ]como una loca salió del palacio en seguida; la seguían dos siervas y su corazón le temblaba. Pero cuando a la torre llegó ante el inmenso gentío, se paró y dirigió la mirada por el campo todo; Arrastrado lo vio; de la villa llevábanlo hacia los navíos aqueos los potros despiadadamente. Una noche sombría veló sus pupilas; de espaldas se cayó y era como si hubiese partido su alma.
Ilíada, canto XXII