Hermes dice a Calipso que debe dejar partir a Odiseo
El perfecto ilustrador de la mitología.
Ulises (también conocido como Odiseo) fue uno de los reyes griegos reclutados para asistir en la Guerra de Troya, y de hecho su intervención fue de vital importancia, ya que sin él y sus ideas probablemente jamás habrían traspasado las inquebrantables murallas de Troya. Fue su ocurrencia del gigantesco caballo de madera hueco lo que les permitió introducirse en la ciudad de incógnito.
Curiosamente, Ulises, rey de Ítaca, que no quería abandonar su querida tierra, fue uno de los que más tiempo permaneció fuera. Tardó un total de veinte años en regresar a casa, diez años en la Guerra de Troya y otros diez viviendo su Odisea particular, palabra que hoy en día utilizamos para referirnos a una acción que nos ha costado muchísimo llevar a cabo.
De los diez años que pasó viajando por toda clase de lugares, siete de ellos los pasó en la isla de una ninfa: Calipso.
Ulises llegó a la isla de Calipso, llamada Ogigia, por accidente, en uno de los muchos naufragios que sufrió (a Poseidón no le caía en gracia este héroe, y por supuesto controlaba el mar). Cuando Calipso lo encontró, se enamoró de él al instante, y le ofreció la inmortalidad y toda clase de riquezas si accedía a quedarse con ella. Pero Ulises declinaba cada oferta, argumentado que su único deseo era volver a casa con su mujer y su hijo.
Calipso se enfadó al oírlo, pero aún así lo retuvo porque el héroe no tenía ningún medio para lanzarse a la mar y partir.
Pasaron los años, y un día Atenea, la diosa que siempre estaba de parte de Ulises pidió a su padre, Zeus, que le concediera a Ulises volver a casa por fin, ya era hora después de tantos años para un mortal. Su padre accedió y envió a Hermes, el mensajero de los dioses, a darle la noticia a la ninfa.
Hermes fue volando hasta Ogigia y anunció el mensaje a Calipso, que se entristeció mucho al oír sus palabras. Pero eran órdenes de los dioses, y sabía que no tenía más remedio que acatarlas.
En la ilustración aparecen únicamente Hermes, con sus sandalias aladas y el caduceo que sujeta en la mano: una vara que rodean dos serpientes enroscadas que se miran entre ellas y unas alas. Fue un regalo de Apolo, y representa el comercio.
El dios acaba de aterrizar en la isla y habla con la ninfa, comunicándole el mensaje de Zeus.
Calipso muestra una postura sobrecogida, impactada por la orden que recibe.