Autorretrato desnudo
El tamaño sí importa... El tamaño del ego de Durero.
Nuremberg, año 1500, Albrecht Durer quizás en la intimidad de su casa o quizás a solas en su taller, gozoso como era del autorretrato, va más allá de la caracterización del físico, de la representación de la posición social del artista o del patricio que llegó a ser y superando los límites impuestos de la privacidad de lo íntimo, se dibuja desnudo, descarnadamente desnudo, con un realismo alejado de toda idealización. Es el primer autorretrato desnudo conocido de la historia y tardaremos siglos en ver el siguiente.
Esto del autorretrato a Durero le encantaba, era guapo y no dudó desde los trece años en dibujarse y pintarse una y otra vez. Lo raro, claro está, es que decidiese hacerlo sin ropa, retratarse con toda la crudeza del desnudo, sin disimular lo mucho que le cuelgan los genitales y la morbosidad de la carne. Algunas teorías apuntan a un estudio de la representación de Cristo y que por eso dibujó la nariz más larga como caracterización semita. Otras hablan de un estudio de proporción y anatomía. Pero parece demasiado desafiante la mirada y cruda la desnudez para ser Cristo y poco completa la figura para trartarse de un estudio de proporciones.
Su autorretrato es tan audaz que sólo a partir del XX encontraremos con qué compararlo.
Cinco siglos después también Egon Schiele se enamorará de sí mismo haciendo autorretratos en todas los formas posibles, con desnudos cargados de sexualidad: haciendo el amor, en plena erección o masturbándose. La fuerza de sus imágenes recuerdan mucho a la de Durero. Ya a finales del siglo XX Lucian Freud sigue la misma estela de este realismo expresionista y descarnado.
El dibujo de Durero está inacabado, lo que le confiere más fuerza porque nos obliga a completar los brazos e imaginar el resto de las piernas. Sucede como en las esculturas inconclusas de Miguel Ángel que parecen surgir del mármol, no como si no estuviesen terminadas, si no más bien como si estuvieran naciendo. También Durero desnudo parece que se va a completar a fuerza de mirarlo.