Autorretratos con Alzheimer
La evolución de la pintura de William Utermohlen tras la aparición de la enfermedad neurodegenerativa.
Los artistas de toda la historia siempre se han mostrado en continua comunicación con el mundo. El arte es la única forma que tienen de ver la vida. Gracias a sus obras conocemos cómo eran, qué expresaban y cómo se sentían en cada momento.
Pero ¿qué ocurre si a un artista le cortamos las alas para poder volar con completa libertad en el mundo de la imaginación…?
Esto le sucedió al pintor William Utermohlen en 1995. Le diagnosticaron Alzheimer, comenzando así un duro trance para su carrera. Esta enfermedad provocó en el artista dificultades para visualizar un objeto o idea, para asimilarlos y posteriormente representarlos en un lienzo. Desde entonces, su forma de pintar fue evolucionando con el paso de los años. Por ello, para entender cómo el Alzheimer se iba apoderando de su persona, Utermohlen decidió crear cada año un autorretrato, cosa que ya hizo en 1967.
De este modo y gracias a esta serie realizada entre 1996 y el año 2000, podemos palpar con la mirada la viva imagen de la demencia recorriendo el cerebro de William Utermohlen. Desde el primer autorretrato, las obras van perdiendo realismo, emoción, detallismo y complejidad polícroma, hasta que prácticamente se muestra un simple garabato que insinúa representar un rostro.
La evolución de la pintura era algo más que evidente, como por ejemplo el cambio del tipo de trazo, la perspectiva, la proporción, la disminución de colores y las inclinaciones de la mirada. Sin embargo, los médicos encargados de tratar al artista no llegaron a una conclusión en cuanto a confirmar si la pérdida de talento se debía a la pérdida de habilidades físicas o de la pérdida del control sobre el psique del Alzheimer.
La pintura de 1996 refleja el genio con el que el artista empezó a luchar contra la demencia. En la segunda obra, en 1997, se representa confundido con el trance que vive. Tras esto, en 1998 muestra la tristeza al no poder controlar su propia vida. Luego, en 1999 y 2000, ya vemos como Utermohlen cae en la desolación. En general, en toda la serie se comunica al exterior revelando el caos en el que vive día tras día.
Más tarde, tras el paso del tiempo, el caso de William Utermohlen ha sido observado por médicos, psiquiatras e historiadores del arte. Todos ellos han sacado la misma conclusión: un deterioro progresivo en las sensaciones, incomunicación, pérdida de funcionamiento cognitivo y una atrofia generalizada en su cerebro. Se entiende que esta serie de pinturas, revela la interesante relación entre el arte y la demencia en un artista, enseñándonos como es el día a día de una persona que sufre esta enfermedad.
Finalmente, pasarán los años y nos seguiremos emocionando al poder ser testigos de lo que una enfermedad de estas características llega a producir en alguien. El Alzheimer se muestra ante cada uno de los que lo sufren como una cruel dictadora que se hace contigo y te rompe el alma.
Por ello, William Utermohlen ha sido único en el mundo, luchando contra viento y marea teniendo siempre presente la nostalgia de poder volar con completa libertad en el mundo del arte.