Bandera
Johns eleva a arte un cacho de trapo combustible dispuesto a arder para iluminar el nombre de cualquier mierdaseca.
¿Porqué pintar una bandera? ¿Y porqué tiene valor artístico esto…?
Según Johns una bandera es algo cotidiano y reconocible: la bandera estadounidense es algo que “la mente ya sabe”. Es algo ubicuo: parece que está en todas partes. Es hasta un objeto banal: es un puto trozo de trapo. Y siendo realistas, es sólo un trapo que sirve para cubrir mercancías.
Digo más… es un invento de unos pocos destinado a enfrentarnos los unos a los otros. Algo artificialmente diferenciador que en palabras de Ambrose Bierce, es como un cartel que pone “arrojar la basura aquí”.
Y si la banderita de turno la pinta un artista, se complica más la representación e invita al espectador a una inspección minuciosa. Un crítico de la época se preguntó: “¿Es esto una bandera o una pintura?”. Al fin y al cabo, una bandera no es más que una tela pintada, ¿no…?
Es uno de los inicios del pop-art: ¿De qué modo el arte se convierte en mercancía y la mercancía en arte…? Johns no hace un mero ejercicio de patriotismo, sino que juega con el concepto de representación de una imagen. Una vuelta más al viejo concepto de Magritte.
El propio cuadro se convierte en objeto y no sólo en reproducción, y de eso tomarían buena nota vendehumos como Warhol.
Además el artista potencia lo pictórico, lo material: la encáustica es una mezcla de pigmento y cera fundida que da una textura de grumos y manchas. Johns pinta la bandera con esta técnica muy conscientemente… así el efecto es grumoso, desigual, burbujeante.
Pintando símbolos comunes como este, Johns rompió con la idea establecida del lienzo como un campo para la expresión personal abstracta (recordemos que en la época triunfaba aún el expresionismo abstracto). Y aunque uno reconozca la imagen en un segundo, esta se vuelve texturizada y elaborada. Es a la vez impersonal, pública y personal; a la vez abstracta y figurativa; es algo fácil de entender y que a la vez exige atención.