El baño turco
Sleigh le da la vuelta a Ingres.
Como en el mítico Baño turco de Ingres, la pintora Sylvia Sleigh convierte cuerpos en objetos. Objetos de deseo. La novedad es que ahora esos cuerpos son masculinos y no femeninos. La artista le da la vuelta a un mismo concepto, pero el mensaje curiosamente no puede ser más diferente.
Sleigh retrata a un grupo de hombres desnudos, incluido su propio esposo, el crítico Lawrence Alloway (ahí lo tenéis, rechoncho, recostado a la derecha). Sleigh pintaba hombres que conocía y quería, y los pintaría varias veces, con cariño y respeto, aunque sin escatimar en carnes, vellos corporales y morenos obreros.
Algunas de estas pollas colgantes llegaron a ser un verdadero escándalo, y un juez de la Corte Suprema del estado de Nueva York encabezó una campaña para eliminarlas de los museos. Sleigh, sorprendida por estas reacciones violentas a sus pinturas respondió: Me pregunto si el juez se opondría a un desnudo femenino. No veo por qué los genitales masculinos son más sagrados que los femeninos.
Preguntémonos el porqué un desnudo masculino es más controvertido en la historia del arte y la respuesta quizás sea que las instituciones tradicionales del arte siempre han sido dirigidas por hombres.
Por ello artistas mujeres como Sleigh buscaron desmantelar el patriarcado del mundo del arte desde su reconocimiento del propio deseo femenino (en su versión heterosexual) y asociando su pintura directamente a obras incuestionables del arte occidental como el Baño turco, que visitan millones de personas todos los años en el Louvre.