Beata Beatrix
Rossetti retrata a Lizzie como la musa de Dante.
Las obras de Rossetti alcanzaron el reino de la belleza ideal y el éxtasis espiritual, entre las que cabe destacar Beata Beatrix, figura relacionada con el tema de la muerte expiatoria de la mujer prerrafaelita, un prototipo de belleza basada en la enfermedad. Rossetti con su perpetuo interés en Dante Alighieri (1265– 1321) se inspira en la historia de amor de Beatrice Portinari en su obra Vita Nuova, haciendo una identificación de Rossetti con Dante y de la modelo Lizzie con Beatrice que representará en su obra Beata Beatrix modelada por la mismísima Lizzie Siddal. Rossetti vio en Beatrice una fuente celestial y una pasión sexual y beatificada de una mujer extremadamente bella. Los artistas que representen a Beatrix, como Rossetti, tendrán que hacer una interpretación propia ya que no existía una descripción física de la figura femenina. Con su autonomía pictórica alejada del prototipo victoriano, el artista creó una mujer espiritualizada movida por el amor y la pasión, como la mayoría de sus retratos femeninos. Su imagen transgrede el límite entre la ficción y la realidad, ya que utiliza la historia de Dante para hacer referencia a aspectos de su propia vida personal.
Rossetti será el precursor que introdujo la figura de Beatrice en gran parte de su obra poética y pictórica a partir de una iconografía de imágenes flotantes y ambiguas que se relacionaban con la cultura victoriana vinculadas al medievalismo, representando de esta manera más que una mujer, una abstracción. Representada pálida y fantasmal, con un cuello esbelto, los ojos cerrados y los labios entreabiertos, interacciona con un ambiente sensual y etéreo que es dominado por su larga cabellera rojiza. El momento de la muerte de Beatrice pasa de lo material a una nueva conciencia espiritual en que la dama despierta en el reino de los sueños que le ofrece la eternidad de la salvación. A su vez, el propio nombre de Beatrix en su forma latina significa “la que hace feliz”, juntamente con Beata como beatitud, la bienaventuranza consumada, por lo tanto la figura simbólica representa las virtudes manifestadas a través de la felicidad y el amor que comporta esta transición de la vida a la muerte.