La Bienamada
Un cuadro decididamente romántico, como su autor.
Este hermoso lienzo, pintado en 1866 e inspirado directamente en el Cantar de los Cantares bíblico, constituye una especie de síntesis de todas las aspiraciones estéticas del prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti (1828–1882). El cuadro es una orgía extática de colores y formas, una auténtica oda al sueño, a la belleza, al exotismo. En el centro de la composición, la Bienamada del título descubre su rostro ante el novio que la aguarda, mientras a su alrededor esperan, majestuosas como diosas, sus doncellas. La profusión de detalle y color y la representación de la novia como una muchacha pálida y pelirroja es característica del pintor, que estaba absolutamente fascinado por la belleza de los retablos medievales.
Hay quien ha tachado esta obra de racista precisamente por ello; algunos críticos sostienen que Rossetti pretendía elevar la belleza anglosajona por encima de todas las demás (no en vano las doncellas que escoltan a la novia son morenas y de piel un poco más oscura). Pero como para gustos colores, y nadie puede saber a ciencia cierta qué pasa por la cabeza de un artista, hay otros críticos que sostienen precisamente todo lo contrario, que Rossetti pretendía hacer una oda a la belleza multirracial.
Sea como sea, el lienzo es de una belleza sobrecogedora. Se sabe por unas cartas del pintor que su primera idea era representar a la Beatriz de Dante (uno de sus motivos predilectos), y que más tarde cambió de opinión. Su inspiración en la Biblia queda demostrada por las dos inscripciones grabadas en el marco: Mi amado es mío y yo soy suya. Dejad a mi amado besarme con los besos de su boca, porque el amor es mejor que el vino…
Como curiosidad, podemos señalar que el muchacho negro en primer plano que sostiene el jarrón de rosas era, en la versión original, una chica.
Es, pues, un cuadro que celebra la belleza, el amor, la poesía, el sueño, lo lejano, lo irreal. O sea, un cuadro decididamente romántico, como su autor.