Caballo gris
Un modelo es un modelo, sea la Reina de Inglaterra o un caballo gris.
Lucian Freud adoraba los caballos (y apostar en las carreras, por cierto…). Cuando llegó al Reino Unido y empezó los estudios en la escuela en Dartington, prefería montar los caballos en vez de ir a clases, y a veces llegó a dormir en los establos.
Por ello, cuando se convirtió en uno de los pintores más importantes de Gran Bretaña no dejó de realizar bastantes retratos de caballos (y demás mascotas) pintados con el mismo cariño, calidad y personalidad que si fueran retratados humanos. Tan importante era para él este retrato de un Gray Gelding como el que hizo de la mismísima Isabel II de Inglaterra.
Además se sabe que Freud era muy estricto con sus modelos, fueran humanos o equinos, exigiendo sacrificios de las personas que posan. Las sesiones de posado podían ser a diario durante años, con sesiones que llegaban a las seis horas seguidas por la mañana o por la tarde, después de un descanso para el almuerzo. Es así que conseguía rascar el alma de sus retratados por medio de su particular y matérica figuración, como ya había intentado rascar almas su ilustre abuelo.
Al parecer Freud no se enfadaba demasiado en las sesiones (salvo con la impuntualidad, la peor forma de egoísmo) y solía conversar con quienes posaban. Dicen que tenía un gran sentido del humor y atenuaba el sufrimiento de sus pobres e inmóviles víctimas con conversaciones de lo más inteligente.
Probablemente con este caballo gris también pasaría algo parecido y hasta le mostraba de vez en cuando el progreso del cuadro. Y es que no a todo el mundo le gustaba verse representado por los pinceles de este artista.