Chica frente al espejo
Poética de lo sobrio.
Austero. Así se podría calificar este cuadro por la limitada gama limitada de colores, el tono contemplativo general y por adoptar ese nuevo estilo que nacía en Alemania, (la Neue Sachlichkeit), en el que parece que apenas existen los sentimientos. Pero existen, claro. Vaya si existen.
La modelo se mira en el espejo y nos convertimos nosotros en ese espejo, somos los encargados de reflejar sus sentimientos, sus emociones. Tristeza, aburrimiento, miedo, expectación, alegría, nervios, esperanza, vergüenza… Todo eso puede sentir esta Chica frente al espejo… depende de nosotros. Una objetividad que tiene muy poco de objetivo.
Esa sensibilidad poética era uno de los atractivos de Sergius Pauser, austríaco al que los nazis no entendieron muy bien. Uno de los mayores representantes de la Nueva Objetividad y de ese Realismo Mágico pre-pesadilla nazi que se vivía en Viena que adoptó siempre un estilo explícitamente sobrio que parece que no, pero resulta perfecto para explorar las emociones humanas.
Lo que sí parece es que no hay prisa. Calma. Casi inmovilidad. El cuadro emana un equilibrio casi zen, ya que aunque vemos a la mujer peinarse, la pose parece casi congelada.
Su paisano y amigo, el escritor Thomas Bernhard (1931–1989) dijo de él que fue «descubridor de las sensibilidades más ocultas de lo poético».