Clitemnestra después del asesinato
Dolor, odio, locura… y nada que perder.
Una mujer a la que le han arrebatado la dicha y el honor está dispuesta a cualquier cosa… y si no que se lo digan a Clitemnestra, reina de Micenas, que tuvo la mala suerte de acabar casada con un rey como Agamenón.
Dicho rey accedió a sacrificar a la menor de sus hijas, a cambio de vientos favorables durante su travesía hacia Troya, para luchar en la célebre guerra (con el pretexto de recuperar a Helena, la esposa de su hermano Menelao, rey de Esparta), pero no nos engañemos, Agamenón sólo buscaba ampliar su territorio y poder.
Tras diez largos años de guerra y cruentos enfrentamientos entre griegos y troyanos, y finalmente la victoria de los primeros (un caballo de madera hueco tuvo algo que ver), Menelao regresó a su hogar tan ancho y tan pancho con una amante que secuestró en Troya: Casandra, sacerdotisa de Apolo.
Clitemnestra, que ya estaba destrozada por el sacrificio innecesario de su hija, tuvo además que soportar cómo su marido, si es que podía llamarlo así, ese monstruo que había ordenado terminar con la vida que ella más amaba, regresaba vivito y coleando y para más inri con la prueba de su infidelidad.
El odio y el dolor llenaban el corazón de Clitemnestra. Fuertes sentimientos unidos a una determinación que se apoderó de ella como nunca: debía matar a Agamenón.
John Collier representa a Clitemnestra justo después del sangriento asesinato. La expresión facial de la protagonista demuestra la fuerte influencia que ejercía el teatro en el artista, ya que la pose es muy expresiva, aunque teatral.
La reina de Micenas acaba de cometer un acto terrible, pero no hay culpabilidad ni arrepentimiento en su mirada, ha hecho lo que ha considerado justo: acabar con el hombre responsable de sus desgracias.
Esa exageración teatral a la que me refería queda aún más marcada por su postura en la puerta, con una mano sujetando el cortinaje, y en la otra portando un hacha de doble filo, el arma homicida, del que chorrea sangre fresca, que gotea en el suelo.
Influenciado por su buen amigo y también gran artista Lawrence Alma–Tadema, Collier se animó con algunos detalles arquitectónicos, con tal de proporcionar mayor veracidad histórica a sus obras.
Aprovechó los descubrimientos mediante las excavaciones que se habían llevado a cabo en su mismo tiempo como inspiración, aunque cometió algún que otro fallo, por ejemplo la columna, que tiene el capitel en su base y no en la parte superior.