La sacerdotisa de Delfos
Conoceos a vosotros mismos.
Tal y como ahora, en la antigua Grecia, la gente deseaba saber aquello que le deparaba el destino. Uno de los Oráculos más visitados para este fin, era El Oráculo de Delfos, situado a los pies del monte Parnaso.
Los helenos acudían a este santuario con el fin de conocer su futuro de boca de la Pitia, una sacerdotisa que se comunicaba directamente con el dios Apolo.
Antes de entrar al templo, cada peregrino debía purificarse y después ofrecer un sacrificio a los dioses. Si se le consideraba digno, un sacerdote tomaba nota de su pregunta y le daba un turno para su encuentro con la pitia, la verdadera protagonista del rito. Para dar los oráculos, la Pitia o sacerdotisa, se situaba estratégicamente en un sector del templo por donde pasaba una profunda grieta desde la cual salían unos vapores que ella inhalaba, sentada sobre un mueble conocido como trípode, tomaba en su mano una rama de laurel (el árbol sagrado de Apolo) mientras bebía de las aguas de la fuente Castalia y gracias a los vapores que emergían del suelo entraba en éxtasis.
Durante el trance, la Pitia entraba en contacto con los dioses, que le trasmitían la respuesta a la consulta hecha por el peregrino. Si murmuraba incoherencias, los sacerdotes del templo se ocupaban de hacer las traducciones pertinentes.
En 1891 John Collier pintaba esta impresionante obra. Destacado retratista prerrafaelita, fue uno de los 24 miembros fundadores de la Sociedad Real de Retratistas.
Este precioso óleo representa a la Sacerdotisa de Delfos justo en el momento en el cual entra en trance. Gracias al realismo de la escena, la intensidad de los colores y el naturalismo de la expresión de la Pitia, podemos sentir cómo emergen los vapores de la grieta y poco a poco surten en ella su efecto. El vigor con el que la mano de la protagonista sostiene la rama de laurel y su gesto, nos transmiten con intensidad la ritualidad del momento, permitiendo al espectador evocar con emoción la mística del oráculo.
A la entrada del templo se leía: Conócete a ti mismo. De alguna forma, la frase aludía de forma irónica a que la verdadera sabiduría proviene de nosotros mismos.