Tannhäuser en el Venusberg
El poeta y caballero descubre a la diosa.
Tannhäuser, legendario poeta-caballero alemán, fue un mito romántico en toda regla (no hay pruebas de que existiera por lo que se une historia y leyenda, alude a un pasado nacional casi mitológico, es el ejemplo perfecto del individualismo del héroe, idealismo…). El personaje inspiró a cientos de artistas en cientos de obras distintas, desde la ópera de Wagner que estáis escuchando a cuadros como este del siempre romántico John Collier.
Collier nos cuenta aquí el momento en el que Tannhäuser descubre el secretísimo Monte de Venus (Venusberg) tras meterse por un subterráneo, y por supuesto se queda alucinado ante la belleza de la diosa. Ahí se queda un año entero adorándola y gozando de los placeres que le ofrecía ese otro mundo. Ya os podéis imaginar las juergas que se debían correr en ese lugar.
Pintado de una manera casi renacentista —desde luego al más puro estilo pre-rafaelita— este cuadro supura sensualidad. Pese a la característica invisibilidad en las pinceladas de Collier, casi podemos tocar los materiales y distinguir las texturas: la armadura brillante, el mármol, la alfombra, las pieles desnudas, las telas…
Por cierto… todo el tema de Tannhäuser y esas palomas volando hacen que lo asocie al famoso monólogo que hace el replicante Roy Batty en la película Blade Runner. Ya sabéis:… lágrimas en la lluvia… Al parecer Rutger Hauer improvisó buena parte de uno de los mejores discursos de la historia del cine, con frases como la ya mítica:
He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Tiempo De morir.
No… no existe en todo el universo la Puerta de Tannhäuser. Todo invento de Hauer.