
Araña haciendo el pino.

Cuatro elefantes inspeccionando una naranja.

Sardina rica en lata privada.

Interior de la chaqueta de Napoleón.

Pez cometiendo suicidio.

Cartel sobre línea de puntos.

Mosquito enseñando su último trabajo a su novia.

Calvos viendo un espectáculo de burlesque.

Haba patriótica intentando unirse al ejército de guisantes.

Inicio de carrera de ratas.

Pez pescando.

Tortuga fumando en la cama.

Bola de bolera egipcia.

Gordo fumando pipa en cama blanda.

Cerdo emergiendo de la niebla.

Gérmenes evitando a un amigo que contrajo la penicilina.

Jirafa supersticiosa tirando sal sobre su hombro izquierdo.

Tres en raya jugado por dos borrachos.

Gusano decidido reptando sobre cuchilla de afeitar.

Campeón de globos de chicle.

Autopista para saltamontes.

Casa moderna de cristal excepto la ventana de ladrillo.

Sandwich de tomate hecho por un amateur.

Horizontal: Padre bola de cañón paseando a sus bebés.
Vertical: Bola de bolera con fugas.

Hombre tocando el trombón en una cabina de teléfono.
Droodles
Pequeñas obras maestras del humor.
Los Droodles fueron pequeñas ilustraciones creadas en los años 50. Dibujos básicos de diseños minimalistas que a pesar de su sencillez resultaron ser pequeñas obras maestras del humor. A veces un humor absurdo, otras humor negro, mucha sátira, ironía y sobre todo un gran ingenio… Cada pequeña pieza era explicada con una frase que le daba sentido.
El artífice de una cosa tan sencilla que resultó ser genial fue el gran Roger Price, un humorista que tuvo la brillante idea de unir un arte simple, casi punk, con humor inteligente. Pero el verdadero acierto fue el hecho de que estos dibujos eran tan sencillos que —en teoría— cualquiera podía hacer uno. Aunque claro, hay que tener gracia e ingenio.
Hasta se podía reescribir el subtítulo de alguno de los originales.

El original: «Hombre con smoking que se puso demasiado cerca frente al ascensor».
Otros lo bautizaron como: «Una mariposa trepando por un trozo de cuerda», «Un triángulo vanidoso besando su reflejo en un espejo» o «Un ascensor yendo a una cena formal».
La genialidad de los Droodles radica en que se puedan reinterpretar hasta el infinito y que —en teoría— sea tan fácil crear uno.
La editorial Simon & Schuster publicó Droodles en 1953 y la fiebre estalló en todo el país. En esa fascinante década de ultra-consumismo y mega-experimentación en tecnología, ciencia y artes— donde nos quedaron millones de artefactos de cultura popular— los Droodles vivieron su edad de oro junto al rock and roll y el hula-hoop.
Roger Price se hizo de oro con su arte absurdo, un arte tan asombrosamente sencillo y a la vez brillante que sólo un idiota o un genio podría crearlo.