Eco y Narciso
Waterhouse nos alerta muy estéticamente sobre amarnos demasiado a nosotros mismos.
El prerrafaelita Waterhouse era un enamorado de la mitología griega (como vemos en buena parte de su obra) y aquí nos cuenta la historia de Narciso, relatada en las Metamorfosis de Ovidio.
Según el mito, Narciso era un joven muy hermoso. Tanto, que todas las doncellas se enamoraban de él, pero éste las rechazaba. Una de las rechazadas fue la ninfa Eco, que había sido condenada por la celosa Hera a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera (de ahí el nombre, eco). Narciso, de forma muy maleducada, la mandó a freír espárragos y continuó rompiendo corazones por Grecia.
Pero para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que el joven se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. Y tan enamorado estaba, que al intentar alcanzarla acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, cuyo nombre todos imaginaréis.
Waterhouse nos muestra el momento justo en el que el chico se enamora de sí mismo y presenta a Eco mirando la escena. Todo con su exquisito estilo, tan del gusto victoriano, en el que no faltan detalles por todas partes que actúan de bálsamo a nuestra vista (además de alertarnos del peligro de amarnos demasiado a nosotros mismos…)