El alma de la rosa
La sensualidad y el misterio del romanticismo caben en un capullo.
Siguiendo con la línea temática característica de las obras más renombradas de Waterhouse, pero sin dejar de ofrecernos un vistazo a una nueva historia de desamor, el artista británico nos presenta de manera delicada y casi onírica la epifanía de un poema romántico. Y hablamos literalmente, ya que el pintor se basó en la obra literaria de Alfred Lord Tennyson la cual narra los pensamientos desolados de una mujer con el corazón roto.
Y es precisamente esta mujer la que domina el foco central de la pintura, dejando un aura de sensualidad, calidez y nostalgia que se difumina casi como un perfume con el fondo opacado por su belleza. Toma una flor, pero sus manos son más delicadas y más suaves a la vista. La huele, recordando con melancolía el amor perdido. Con su otra mano, roza el muro gris que la encierra y que no la deja explotar su femineidad con plenitud.
Los tonos cálidos de la paleta de colores utilizados para pincelar su piel nos hacen hasta percibir el efluvio que ella emana. Los protagonistas, además de los rosales en flor, son sus mejillas igual de rosadas y su copiosa cabellera. Sin embargo, hay algo que nos atrapa y nos conmueve aún más: su psique. ¿En qué estará pensando nuestra doncella? ¿De qué se habrá tratado su historia de amor? ¿Qué instantes de regocijo pudo vislumbrar a costa de una tortuosa eternidad?