El caballero, la muerte y el diablo
Rumbo establecido.
Entre la extensa producción de grabados que hizo Dürer, los que valoramos más son aquellos que dependen en mayor medida de la imaginación del artista, y no temas religiosos con una iconografía tradicional más marcada. Hablamos de las denominadas como «tres estampas maestras de Dürer», trío formado por la Melancolía, San Jerónimo en su Gabinete y la que nos ocupa: El caballero, la muerte y el diablo.
El título alude a los tres protagonistas de la composición, pese a que nos encontramos ante un horror vacui, ya que Dürer rellena el espacio restante con todo tipo de elementos y animales. La figura central y protagonista es el caballero, a lomos de su bello corcel, con una anatomía detallada y bien conseguida, lo cual simboliza a la perfección la influencia que recibió el artista del Renacimiento italiano.
Los acompaña un perro, habitual símbolo de fidelidad, desde siempre considerado el mejor amigo del hombre.
Los otros dos protagonistas, con una clara connotación negativa, son la muerte, en el lateral izquierdo del caballero, sobre un caballo de aspecto inestable, una calavera poblada de barba y cabellos como cara, una corona sobre la cabeza en la que se enrosca una repulsiva serpiente, y otra más alrededor de su cuello. La muerte mira directamente hacia el caballero, y en una de sus manos sostiene un reloj de arena, y es que como dice un famoso tópico latino: tempus fugit, «El tiempo vuela», juega en nuestra contra, y antes o después a todos nos llegará la hora, la muerte caerá sobre nosotros.
El personaje del diablo, al otro lado del caballero, es aún más curioso: un extraño animal inventado, que presenta rasgos de cabra, en este caso podemos comprenderlo, ha sido habitual representar al diablo como «el gran cabrón», por ejemplo Goya y su Aquelarre, con el cabrío negro en el centro, como líder de las brujas. Sin embargo, Dürer crea un híbrido, aparte de los elementos de cabra, este diablo tiene un extraño cuerno, también una especie de corona, y el hocico podría ser de lobo, sin duda muy original.
Si nos fijamos en el paisaje, vemos un lugar rocoso, con algunos árboles y maleza. En la parte superior se eleva una ciudad que perfectamente podría ser Nuremberg, tierra natal del artista.
Otros elementos que podemos destacar, esta vez en la parte inferior, son la lagartija, que huye en dirección contraria a la que se dirige el caballero, el cráneo y la tablilla, que está fechada y contiene la inconfundible firma de Dürer: una A que acoge a una D, sus iniciales.
Una vez analizado lo más destacado de la obra, nos queda la duda del tema. ¿Qué representa este grabado tan especial? Sabemos que en sus tres grabados estrella, Dürer quería representar las diferentes esferas de la humanidad. Mientras por ejemplo en la Melancolía se representa la esfera intelectual y la influencia del dios Saturno en el artista, este otro busca reflejar la esfera moral y la vida activa, y para ello nada mejor que un guerrero.
Una estampa que debería ser optimista no puede remediar contener un aire trágico, que traen consigo la muerte y el diablo. Cuando se va a la guerra y se lucha, volver con vida se convierte en una quimera, una posibilidad muy remota. Con elementos como la muerte o el cráneo del suelo, el maestro grabador nos dice que en efecto el caballero acabará muriendo, su camino lo lleva inevitablemente hacia la muerte. Ese es su destino.
Como el grabado era un arte tan fácilmente transportable y se hacían tantas copias, la estampa viajó y se convirtió en un destacado modelo a seguir para los retratos ecuestres, y pudo influenciar a algunos tan famosos como el de Carlos V, hecho por Tiziano.