El circo
Seurat representa el circo con puntitos. Nuestra retina los convierte en esa atmósfera festiva.
París, capital cultural del mundo a finales del XIX. Ciudad moderna llena de entretenimiento nocturno. Y uno de los entretenimientos más populares fue el circo.
Renoir, Degas y Toulouse-Lautrec trataron el tema, pero nadie como Seurat que aplicó su revolucionaria teoría divisionista, que se basa en los efectos psicológicos de la línea y el color, resultado de la mezcla óptica de los colores en nuestro ojo y nuestro cerebro.
La combinación de colores es la clave. Seuratutiliza básicamente los tres colores primarios: rojo, amarillo y azul, que distribuye en pequeñas pinceladas (como podemos apreciar si nos acercamos al cuadro en el Museo d’Orsay, o si no es posible, en esta humilde web…)
Con todo esto, el artista consigue dos espacios yuxtapuestos: el escenario y los artistas, de líneas curvas, arabescos estilizados y dinámicas espirales; y las gradas, de líneas rígidas, ortogonales, inmóviles.
Con esta pintura inacabada – el pintor murió de difteria a los pocos días – Seurat vuelve a unir arte y ciencia. Recordemos que en esa época la ciencia estaba viviendo un momento de gran florecimiento que causaba furor pues también tenía mucho de espectáculo.