El Can-can
Can Can
Seurat, el puntillista, modulaba las luces y sombras y los colores con su técnica revolucionaria de colocar pinceladas de color puro yuxtapuestas. Así es el ojo del espectador el encargado de crear la imagen. El ojo humano ordena la escena en la retina.
En lo temático, Seurat siempre fue un moderno. Intentó representar la vida parisina de su época, y eso incluía un concierto en el que se bailaba el ritmo loco de la época: el Can-can. En esta danza desenfrenada, los bailarines y bailarinas se movían frenéticamente al son de la música y las piernas volaban en todas las direcciones sin importarles mostrar las enaguas (fijaos en el señor de la parte inferior derecha, que está a ver si ve algo bajo las faldas). Los aullidos de diversión de los danzarines solían complementar a la música.
La pintura se divide en tres espacios principales: Los músicos abajo a la izquierda, los bailarines arriba a la derecha creando el ritmo pictórico y un fondo libre arriba a la izquierda con los adornos típicos de los cabarets de esos años.
¿Cómo reaccionó la crítica? Pues mal, como siempre que aparece algo nuevo. Los críticos más conservadores siempre escribieron continuas burlas sobre la obra de Seurat y esto provocó que la situación económica del pintor nunca fuese del todo floreciente, cosa que por otra parte, y como bien sabemos, no tiene por que ser negativa desde un punto de vista creativo.