El cisne, nº. 1, Grupo IX/SUW
Pintando para el futuro.
Hilma af Klint (Solna 1862) fue una artista adelantada a su tiempo que pintó para el futuro al no exhibir en vida sus más de 1200 obras, dejando claro en sus últimas voluntades que sus pinturas abstractas no debían mostrarse públicamente hasta pasados 40 años de su muerte. Aunque no fue hasta 1986 que la artista sueca recibió el reconocimiento público que merecía con una primera exposición póstuma en el County Museum de Los Ángeles, ya desde los primeros años del siglo XX af Klint se anticipó a los considerados padres de la abstracción: Wassily Kandinsky, Piet Mondrian o Kazimir Malevich.
Como a muchos otros artistas de final de siglo, a Hilma le fascinaba el esoterismo y la teosofía y estaba convencida de que debía pintar para dar forma material a los mensajes que le eran revelados en sesiones de espiritismo que organizaba con otras cuatro amigas del grupo llamado De fem (Las cinco). Af Klint creó las obras de la serie El cisne, un grupo de 24 óleos sobre lienzo realizados entre 1914 y 1915, después de una brecha creativa de cinco años (1908 a 1912) en los que tuvo que irse a vivir con su madre dependiente y dejar de lado la pintura. En este periodo se alejó de técnicas de creación anteriores como el automatismo y la intuición, transicionando hacia un enfoque más reflexivo y racional basado en el estudio y la investigación de teorías espirituales y religiosas.
En el cuadro nº. 1 del conjunto El cisne, vemos dos cisnes dispuestos a modo de espejo, casi simétricos, unidos en el punto central del lienzo por una especie de beso. De acuerdo con el uso simbólico que af Klint hacía de los colores azul y amarillo, el cisne blanco de la parte superior representa la feminidad, algo que la artista señala con pinceladas azules en la cabeza y patas del animal, correspondiendo el negro de la parte inferior a la masculinidad. Mediante el contraste de una paleta de blancos y negros, Hilma subraya el carácter dual de la existencia, evocando pares de opuestos como la luz y la oscuridad, lo masculino y lo femenino, el bien y el mal, la vida y la muerte. Además, la composición nos recuerda a la imagen del yin-yang que, de acuerdo con la filosofía oriental, representa cómo las fuerzas aparentemente opuestas son de hecho complementarias.
Por otro lado, es interesante cómo la obra también transmite una sensación de antagonismo y confrontación entre lo masculino y lo femenino. Esta interpretación parece confirmarse en el cuadro nº. 2 de esta misma serie de obras, en el que los dos cisnes acaban colisionando y el ejemplar negro (el macho) hiere su ala, que Hilma pinta con sangre roja, sugiriendo así como el contacto entre estas dos fuerzas o energías, la femenina y la masculina, también puede ser origen de dolor y confrontación.