Retablo número 1
La verdadera pionera del arte abstracto fue esta mujer.
Hilma af Klint fue la pionera de la abstracción. Mucho antes que Kandinsky, Mondrian o Malevich, esta señora empezó a pintar obras abstractas influída por una desbordante espiritualidad.
Af Klint no era una artista común: en pleno siglo XIX que una mujer quisiera ser artista ya demuestra su coraje y su espíritu libre. Pero más aún si empezó a crear algo de la nada como es el arte abstracto.
Obras como este retablo (el título ya nos da pistas sobre el origen espiritual de este tipo de arte) son abstracciones de gran tamaño en las que se posiciona antes que nadie en la historia del arte sobre ciertos aspectos del papel del artista o sobre la faceta espiritual del arte moderno.
En retablo podemos apreciar un evidente protagonismo del color, un uso de la geometría, un equilibrio casi místico y una simbología no demasiado críptica si conocemos el título de la obra. Abstracta sí, pero la pintora sabía lo que hacía.
Recordemos que Hilma af Klint recibió una sólida formación artística (La Real Academia Sueca de las Artes de Estocolmo era uno de los pocos centros de toda Europa que admitía a mujeres) en una época de gran relativismo, avances científicos y modas esotéricas como el espiritismo.
Hilma practicó esta última actividad y en ella quiso experimentar con la escritura y dibujo automáticos (adelantándose también al surrealismo). De ahí surgió algo. Algo distinto, algo universal pero a la vez basado en su rico mundo interior, creándose un universo innovador de símbolos y colores inédito para su época.
Tan inédito fue que la artista fue una incomprendida y mantuvo su trabajo en secreto, no fuera a ser calificada de “bruja” o “loca”. No fue hasta 1986 que el mundo pudo disfrutar de la obra de Af Klint. Aún así, la historiografía oficial no acepta que una mujer fuera la creadora del arte abstracto.