El jardín del interrogador
La portuguesa rememora los tiempos oscuros de su país.
Originalmente encargado por la Fundación para las víctimas de la tortura de Portugal, este «Jardín del interrogador» es un ejemplo del arte de esta maravillosa señora, con todas sus complejidades, tocando desde el aspecto político al sexual, mezclando sueño, fantasía y realidad, mostrando lo «íntimamente extraño»…
Precisamente en la intimidad de su hogar, este soldado bigotudo del dictador Salazar se sienta (desnudo de cintura para abajo) rodeado de las herramientas de su terrible oficio. Se deja puestas botas y guantes y tiene atada a una oveja, poderoso motivo simbólico al que podemos dar todo tipo de interpretaciones.
El jardín del título son apenas unas flores y una pequeña maceta. Hay también unas extrañas bolsas que por asociación con el título podemos concluir que contienen fertilizantes. De una de ellas, al fondo, al aire libre, sale una mujer semi-desnuda que, o bien es la mujer del interrogador (víctima también) o quizás la propia autora, escapando del siniestro régimen portugués para buscar refugio en Londres, donde se convertiría en una de las mayores representantes de la Nueva Figuración.
Todo un ejercicio de memoria histórica a pastel en el que Rego se sitúa otra vez al nivel de sordidez de Bacon, de denuncia de Goya, de evocación narrativa de Balthus…
En opinión de este humilde escriba, la mejor artista viva (incluyendo hombres).