El hombre inclinado
La trágica historia de Camile Claudel.
Camille Claudel es un ejemplo trágico de lo que significa nacer en el momento equivocado. La sociedad de fin de siglo de Francia, cerrada y misógina, no veía con buenos ojos a una mujer escultora, esto simplemente era una desviación.
En 1886, Camille esculpía L’Homme penché, una obra de gran plasticidad dónde no sólo plasmaba su gran dominio de la anatomía y la técnica escultórica, sino que además deslumbraba por su belleza plástica y expresividad.
La emotividad que desprende la obra es conmovedora, con el uso de la contorsión y la postura forzada, Camille Claudel conseguía transmitir en un solo personaje lo que pocos artistas del momento: la fuerza del cuerpo y la sensibilidad de la fragilidad emocional.
Pensemos que el ejercicio de la escultura suponía un enorme esfuerzo físico, era un oficio sucio, que requería destreza y vitalidad, todos atributos de la masculinidad. Fue por ello que la tragedia, la presión social y la traición marcaron a Camille Claudel, al punto de generarle graves crisis nerviosas que fueron empeorando día a día.
Una tarde, con una orden de la propia familia Claudel, irrumpen en su taller unos enfermeros para llevarla contra su voluntad al centro psiquiátrico donde permanecerá encerrada por el resto de sus días.
Por aquel entonces, en Francia se ejercían las peores prácticas psiquiátricas. Camille Claudel no podía tener razón en defender que era una gran escultora y que se le había ninguneado. Su talento y su destreza no eran normales para una mujer de su época y por ello su diagnóstico fue «una sistemática manía persecutoria acompañada de delirios de grandeza».
Lúcida y desesperada, Camille escribió numerosas cartas, pidiendo que le sacaran de allí. Pero pese a sus quejas desgarradoras y a la opinión de los médicos que con el tiempo empezaron a considerar poco necesario mantenerla encerrada, la familia Claudel nunca accedió a sus ruegos, Camille nunca pudo volver a esculpir.
Entre 1940 y 1945, los centros psiquiátricos públicos dependientes del gobierno colaboracionista de Vichy bajo el mando del mariscal Pétain, dejaron morir de hambre a unas 45.000 personas. Camille Claudel fue una de estas víctimas.