El gran vals
El movimiento de la inmovilidad.
La infancia de la francesa Camille Claudel estuvo impregnada de barro, ya que su atracción por el modelaje lo llevaba impreso en las células de su cuerpo. A sus 19 años, en el 1883, con la ayuda paterna consigue ingresar en la escuela Colarossi de París, allí se produce el primer encuentro con el escultor August Rodin (durante más de una década colaborará con él y se convertirá en su amante). Un año después, la joven Camille se adhiere al taller del maestro adquiriendo conocimientos a la vez que cultiva la técnica de la escultura. Su destreza y la identidad creativa, sin olvidar la inspiración que la artista imprime en la escultura, consigue que Rodin la reconozca como su fiel colaboradora, integrándola en trabajos tan importantes como El Pensador (que completa Las Puertas del infierno).
Años de trabajo fructífero consiguen la complicidad de ambos en el plano personal. Durante la trayectoria profesional en el taller de Rodin, Claudel, desarrolla un aspecto impresionista, simbolista y con gran movimiento en la mayoría de sus obras. Simbología y movimiento que aplica en El gran vals, concebido en una época en la que la artista combina la pasión personal con la sensibilidad profesional.
El gran vals es una escultura de bulto redondo de un esmerado y refinado trabajo en la que confluyen el virtuosismo técnico de Camille con la belleza de la materia. Técnica y yeso que la artista crea en una pareja que sostenida oblicuamente crea un baile poético.
Cuando en 1893 en plena época impresionista se presentó El gran vals en el Salón Nacional de Bellas Artes de París, obtuvo críticas exacerbadas por presentar a la figura femenina desnuda, por lo que se le exigió que la modificara. El ingenio creativo de Camille ideó un atuendo que tapaba de cintura para abajo y acentuaba todavía más la acción de la pieza. La cola de la falda se asemeja a la de una flamenca, ya que vuela hacia el lado contrario a la dirección que llevan los bailarines, por lo que aporta el equilibrio perfecto a la pieza de corte realista. Un lenguaje corporal, un viaje emocional entre la sensibilidad del vals y la pasión del flamenco. Suavidad e intensidad casan a la perfección en El gran vals.
Mientras la escultura La pequeña bailarina de 14 años de Edgar Degas permanece solitaria en una posición previa al baile, los amantes de El gran vals danzan en un eje inclinado y tan acompasados que se funden en uno. La sutileza y finura de la silueta femenina contrasta con la musculatura del cuerpo vigoroso masculino. Un cuerpo en tensión que equilibra con la vitalidad de la tela que cubre la mitad del cuerpo de la bailarina. Movimiento, armonía, energía, fuerza y sutileza son ingredientes que Camille Claudel modela para crear obras tan importantes como La Ola o Las Bañistas, La Edad Madura o Vertumno y Pomona… En la que el bronce agarra vida propia.